sábado, 7 de mayo de 2011

Hannah y su herida (Vuelta al pasado)


Luego de su liberación, en la zona de su herida le empezó a crecer un bulto. Una vez soñó que se convertía en una masa deforme, gigante y monstruosa. Todos los días cuando se miraba en el espejo trataba de imaginarse cómo sería la vida sin ella.
Un punto sin retorno era su vida y cuando lo miraba todos los días se daba cuenta que ya no se querían. No sólo ya no lo amaba sino que detestaba su sola presencia y se sentía mal por seguir necesitándolo. La distancia entre ellos era cada vez mayor y las anteojeras le molestaban en los ojos. Si él pudiera ver las cosas como eran antes del mercadeo de los cara de nada. Pero se dio cuenta cuando miraba en sus ojos que él no tenía ni idea de nada y que era uno más de ellos. Se sintió culpable por sentir pena.
Un día cuando estaba en el trabajo evitando a su jefe, la herida comenzó a laterle. También le sucedía cuando ponía la mente en blanco para no contestarle mal a un cliente. Entonces comenzó a ver las sombras y se dio cuenta que dormía con el enemigo. La herida latía cada vez más fuerte y resultaba difícil disimular. Por las noches antes de dormir se preguntaba cuándo estallaría.
Estaba fuera de ella, se sentía separada de todo, anexada en un mundo propio que no sabía si era real o existía sólo en su cabeza. Estaba enajenada todos los días un poco más: en su trabajo, con su novio y en las conversaciones con ciertas personas. Necesitaba escaparse antes de que las sombras se apropiaran de ella.
- Todo para su living, contamos con un stock de más 400 sillones. ¡Pase por nuestra sucursal más cercana!- dijo el locutor del aviso radial estirando las últimas palabras.
- ¿El lunes te parece si vamos nena? Tenemos que cambiar el nuestro, ¿no te parece?
- ¿Qué?- no lo había escuchado mientras pensaba cómo hacer para dejarlo.
- Te decía de cambiar el sillón, ¿te sentís bien? Si es tu jefe de nuevo, cuando lleguemos a casa te vas a olvidar de todo- le dijo sonriendo.
- Como quieras, todo está bien. Estoy un poco cansada nada más…
El estacionó el auto y ella pensó automáticamente en no entrar. Pero no pudo hacerse cargo y abortó la idea.
A la mañana siguiente se sintió peor y cuando se estaba por meter en la ducha la vio: grande, monstruosa, esa parte de ella en su pierna que pugnaba por explotar en un mar de pus. Esa parte que negaba, que intentaba alejar pero que como una presencia constante le recordaba la vida que ya no quería. Resolvió que ya era suficiente, tomó una gasa, la embebió en alcohol y presionó con todas sus fuerzas. Sintió el mareo al ver la sangre y el mismo dolor que cuando dejó el escaparate. Estiró su mano de diez dedos para sujetarse a las canillas de la pileta. Lo vio todo en un segundo: las mentiras de él, la desidia entre ellos y las noches gastadas en vano. Sintió que ya no era ella, que esa era parte de una historia remota en la que había participado y que ahora estaba muerta. Respiró hondo por primera vez después de mucho tiempo: se dio cuenta que era libre porque ya no lo quería. Todavía un poco mareada decidió preparar el desayuno y armar las valijas.