miércoles, 15 de enero de 2014

Decálogo para el nuevo año:



1 • ahorrarse el inventario de problemas propios irresolubles, 
2 • saltear la lista de frases hechas por conveniencia, 
3 • evitar el disimulo de la mueca de desagrado,
4 • borrar del propio guión la complacencia y la autoindulgencia, 
5 • concentrarse en lo propio sin mirar de soslayo al costado, 
6 • no pensar en las razones del disgusto para no caer en enumeraciones infinitas de adjetivos aplicables a cierta especie humana,
7 • dejar que las estrellitas estacionarias se consuman solas,
8 • esperar a que los especuladores de emociones caigan en bancarrota,
9 • decir todas las veces que sea necesario no y, por último,
10• dejar todo y empezar de nuevo cuando parezca que ya no queda nada.

Siberia # 2


Estaba en un momento de inflexión, pronta a lanzarse desde un acantilado. Tenía que decidirse antes de que la nieve se derritiera y el agua tibia comenzara a arrullarla dulcemente.
Estaba en Siberia, conocía cada uno de sus accidentes, sus escasos árboles ya lo no la abrigaban y el viento no era más que un viejo eco.
¿Dónde iría? ¿Cómo lo haría? Debía lanzarse fuera del monótono paisaje para encontrar lo que muchos buscaban desde infinitos siglos. Pero no debía olvidar que debía hacerlo con plena conciencia y nunca desde el revanchismo.
Tenía que llegar a ser mucho más de lo que creía que era capaz de hacer por amor. Ir hasta la raíz de sí misma para poder mirarse a los ojos y reconocerse.
Confiar, necesitaba volver a confiar en alguien. Necesitaba saber que no estaba sola, que había muchos como ella. Muchos dispuestos a nacer de nuevo para llegar a ser lo que tenían que ser.

El silencio se estaba por agotar, la inacción dejaría lugar al movimiento. Se acercaba el momento en que debía sacar a relucir sus instintos, como un tigre que se le apareció entre sueños. La bestia caminaba lenta pero atenta a la menor e inminente señal. Era bella y salvaje al mismo tiempo y con su insistente mirada intentaba decirle algo, algo que ella ya sabía pero que no se acordaba. 

sábado, 4 de enero de 2014

Siberia # 1




No creía poder rescribir esa noche. Ni llorar, al menos más que de bronca.
Outsider de todos lados, el callejón se estrechaba y la empujaba a tomar una determinación. No quedaba nada a la vista para agotar, ya la rutina le indicaba que si la seguía su vida sería eterno aburrimiento.
Estaba aprendiendo a hacer las cosas normales sin quererlo y esto la asustaba porque no era lo que esperaba de sí misma. No quería ser parte del montón: no quería comprar la felicidad en cuotas que le ofertaban; ni la casa con los niños con dientes perfectos o el marido que no la iba a querer, para tener que separarse a los 50 y empezar de nuevo. Se veía tan a la vista, que no hacía falta decir que era predecible.
No podía escribir cosas como estas sin llegar a caerle mal a alguien. No estaba apurada, no pensaba salir en avisos exitistas en los que sería tan solo una parte de su cuerpo. Como si esta fuera la clave para por fin poder ser ella misma. Como si su valor dependiera de otro.
Tampoco tenía ganas de discutirles en la cara a los demás o de explicar sus retorcidas maneras.  Siberia sería el destino inevitable mientras resistiera los intentos de normalización mental. 
Había llegado al punto de no querer dar razones para su aparente sin razón. Ni respuestas para preguntas capciosas acerca de ideologías u opiniones tele dirigidas. Iba a hacer lo que siempre creía haber hecho, 
lo que ella quería. 

Finalmente lo que le importaba no estaba cerca de allí ni por un milímetro.