sábado, 4 de enero de 2014

Siberia # 1




No creía poder rescribir esa noche. Ni llorar, al menos más que de bronca.
Outsider de todos lados, el callejón se estrechaba y la empujaba a tomar una determinación. No quedaba nada a la vista para agotar, ya la rutina le indicaba que si la seguía su vida sería eterno aburrimiento.
Estaba aprendiendo a hacer las cosas normales sin quererlo y esto la asustaba porque no era lo que esperaba de sí misma. No quería ser parte del montón: no quería comprar la felicidad en cuotas que le ofertaban; ni la casa con los niños con dientes perfectos o el marido que no la iba a querer, para tener que separarse a los 50 y empezar de nuevo. Se veía tan a la vista, que no hacía falta decir que era predecible.
No podía escribir cosas como estas sin llegar a caerle mal a alguien. No estaba apurada, no pensaba salir en avisos exitistas en los que sería tan solo una parte de su cuerpo. Como si esta fuera la clave para por fin poder ser ella misma. Como si su valor dependiera de otro.
Tampoco tenía ganas de discutirles en la cara a los demás o de explicar sus retorcidas maneras.  Siberia sería el destino inevitable mientras resistiera los intentos de normalización mental. 
Había llegado al punto de no querer dar razones para su aparente sin razón. Ni respuestas para preguntas capciosas acerca de ideologías u opiniones tele dirigidas. Iba a hacer lo que siempre creía haber hecho, 
lo que ella quería. 

Finalmente lo que le importaba no estaba cerca de allí ni por un milímetro. 

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