Carga con el karma de ser la ex, el testimonio vivo de lo que fue, el souvenir de mal agüero. A donde va se siente fuera de lugar, los extraños la conocen y los conocidos la ningunean. Se convence de que salió ganando, se quedo con la casa, los chicos y sin la suegra; él con un departamento y su novia veinte años más joven. Cansada de haberle dedicado los mejores años de su vida, dijo basta, se hizo las lolas y volvió a salir. Todo para cruzarse con treintañeras, gays y separadas que a coro le afirman que ya no hay hombres.
Su deporte favorito es el franeleo y conoce a fondo zaguanes y calles oscuras. Disfruta de las atenciones masculinas, pero jamás deja que el pedido llegue a destino. Siempre vestida para matar, genera miradas que no encuentran satisfacción. Como una diva tiene un club de admiradores, que mantiene a reglamentaría distancia, y a los que recurre para darle de comer a su amor propio. En su mundo de apariencias, su máximo goce es el control. No es de extrañar que cuando finalmente pise el palito, lo haga con el más langa del lugar y corone la noche en el último minuto con un “no”.
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