miércoles, 19 de enero de 2011

Hannah y los raros


La  soledad le resultaba conocida. La costumbre no era algo que se podía perder fácilmente, lo sabía de sobra y no pretendía negarlo. Ningún mal hábito se pierde de un día para otro. Rebotaba siempre en el mismo lugar y tenía que hacer siempre el trabajo del otro.Como si tuviera que  recordar todo los días dónde le tocaba vivir. 
Se dio cuenta en un segundo que se había equivocado y quiso retroceder un momento. Se imaginó cómo hubiera sido todo si las cosas no hubieran sucedido, si hubiera aprovechado ese momento. 
Trataba siempre de olvidar antes que doliera y no era de quebrarse fácilmente. Buscaba las palabras adecuadas y no las encontraba, decidió entonces llamarse a silencio por un tiempo hasta notar una leve mejoría. Nada, todo seguía igual y se preguntaba hasta cuándo sería el cielo rojo. 
Se inventó una manera de no llorar e hizo un lugar en su cabeza para todo lo que no tenía. Era como querer gritar abajo del agua, simplemente no se podía. No se podía y ella lo sabía, ¿entonces por qué insistía? ¿Por qué su constante obstinación? ¿Se trataba de un inconsciente optimismo de su parte, un dejo de esperanza que se esforzaba por invadirla? A pesar de todo siempre lo intentaba y aunque quedara con los ojos negros iba a hacerlo nuevamente. Siempre contra la misma piedra en un monótono deja vu. 
Recordó la absurda conversación mantenida la noche anterior con una persona a la que apenas conocía. Le habían dicho que estaba a la defensiva y ella no fue capaz de retrucarle en la cara lo que pensaba porque no tenía ganas. Tendría que haberle dicho a ese imbécil todo lo que pensaba, pero tal vez no valía la pena gastar el tiempo. Por eso se dio cuenta que a veces no hablaba con la gente. 
Y después esas minas que hacían observaciones idiotas acerca de los raros del lugar. No podía creerlo y lo peor es que no se iban, ¿se trataría de un extraño caso de voyeurismo de rubias taradas? Las cosas que le tocaban ver a ella, si lo contaba no se lo creerían. A veces no entendía los lugares en los que la metía la vida. Miraba a su alrededor y sentía pena por las estrellas caídas y por todos los que no tenían nada mejor. Por todos los que se lastimaban por decir no. Pero se emocionaba pese a todo porque sabía que eran seres bellos que iban en contra de la corriente. Aunque muchos pensaran que no servían para nada, como esas minas llenas de ese asco que las afeaba. Manga de hipócritas, ¿qué se piensan qué es esto, un circo? ¿Qué están todos para entretenerlas en sus vidas estándar? 
Ya le había tocado sufrir por ser distinta y había decidido no esforzarse más por encajar en un modelo que no le interesaba. Lo mejor que había hecho era asumirlo y no preocuparse por ser lo que era. Era liberador, saber que no tenía que ser de otro modo y que quien la quisiera iba atener que aceptarlo. Vivir a pesar de todo lo que escuchaba, de todo lo que le querían vender o de las opiniones que le querían formar. Fue entonces que supo en un instante lo hermoso y triste que resulta todo a veces.

2 comentarios:

  1. a veces navegamos sin rumbo,naufragamos frente a la mirada d elos demas,a lo politicamente correcto.Yo creo que nada es mas correcto que ser uno mismo.
    hermoso texto!!!!

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  2. Estimada Eliana R: gracias por tus palabras. Sé que posees la sensibilidad para apreciar mis escritos y que acostumbras a caminar entre las sombras(viejas conocidas tuyas). Afectuoso abrazo de tu profunda admiradora, Hannah O.

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