viernes, 26 de octubre de 2012

Hannah y el duelo eterno


Llevaba varios meses inmersa en el ocaso de lo viejo, en la pérdida de todas las certezas, en el ejercicio de no intentar aferrarse a nada conocido. En una sorda batalla, sin aliados, en la que se desafiaba a sí misma.
No podía decirlo con palabras, pero sabía que el duelo eterno había comenzado hacía mucho tiempo.
-El mundo entero siempre tiene razones para tirarte abajo-.
-Pero yo creo que existe lo noble en algún lado- contestó ella.
-No nos vamos a entender. Yo creo más en eso de vivir y dejar morir...- replicó él.
No tenía sentido intentar entablar el diálogo. Pertenecían a dos mundos equidistantes: nihilismo e idealismo.
-Es tarde, me tengo que ir.
-Bueno. Te acompaño hasta la puerta.
Intentó besarla, pero no tenía sentido y ella se lo dio a entender. El hastío es un sentimiento del que conviene escapar a tiempo.
No podía evitar salir corriendo cuando se cruzaba con personas como él, inmersas en su evasión y autocomplacencia. No era su culpa el ser así, ¿de quién era la culpa, entonces? Mejor no buscar culpables ni inocentes, en determinado momento cada uno tiene el destino que le corresponde.
Estaba tranquila porque sabía que cuando dijera las palabras exactas en el momento indicado, encontraría lo que estaba buscando. Sus pies debían seguir firmes, después de todo, y su alma debía estar atenta a su conciencia.
El resto se convierte en prescindible, mientras lo que basta es un paso y luego el otro…