jueves, 15 de abril de 2010

Catálogo de mujeres VIII


17. La ex

Carga con el karma de ser la ex, el testimonio vivo de lo que fue, el souvenir de mal agüero. A donde va se siente fuera de lugar, los extraños la conocen y los conocidos la ningunean. Se convence de que salió ganando, se quedo con la casa, los chicos y sin la suegra; él con un departamento y su novia veinte años más joven. Cansada de haberle dedicado los mejores años de su vida, dijo basta, se hizo las lolas y volvió a salir. Todo para cruzarse con treintañeras, gays y separadas que a coro le afirman que ya no hay hombres.

18. La calienta pavas
Su deporte favorito es el franeleo y conoce a fondo zaguanes y calles oscuras. Disfruta de las atenciones masculinas, pero jamás deja que el pedido llegue a destino. Siempre vestida para matar, genera miradas que no encuentran satisfacción. Como una diva tiene un club de admiradores, que mantiene a reglamentaría distancia, y a los que recurre para darle de comer a su amor propio. En su mundo de apariencias, su máximo goce es el control. No es de extrañar que cuando finalmente pise el palito, lo haga con el más langa del lugar y corone la noche en el último minuto con un “no”.

viernes, 2 de abril de 2010

Por el camino más largo


¡Pará de gritar loco! Qué estás esperando, que tus ojos se pegoteen a los míos, que haga a un lado el sol porque te gusta ensombrecerte, que me desangre en linfa por vos… No te supiste complacer y venís a echármelo en cara como si fuera yo culpable. Culpable soy de malinterpretar tus ambigüedades, tus zonas grises de a miles que me quieren tener siempre ahí, esclava de ellas. ¡Pará loco! Ganále vos a tus sombras, que esa ya no es mi batalla. Bien supe hacerlo sola todo este tiempo y no te necesito para ello. Autogestión pura lo mío, viste. ¿Me viste? ¿O se te pasó de nuevo, metida tu cabeza en la tierra, ahogado en tu culpa, hundido en tu fosa? Llevate la luna si querés, pero dejame un pedacito para el camino. Es largo y tengo tiempo, mucho, de sobra, para masticarla y dejarla derretida en mi estómago. Mis vísceras arden, las hiciste arder vos una vez cuando supe que nunca me querrías porque deseás lo sencillo, lo manejable, lo que podés entender, lo que es todo tuyo… Yo también lo quería, pero no con vos, con tu otro imaginario, ese que me hacía caso, me sonreía y me decía que todo iba a estar bien. ¡Salí a gritar afuera, a saltar si querés, a estrellarte la cabeza por ahí! Salí pero no vengas a turbar mi lago de soledad que es pura calma y se autoabastece solo con las mil bocas y ojos que devora a diario. Los muerde, les arranca trozos de piel, carne, retina, saliva y lágrimas. Vos no supiste hacerlo, no te salía ir por el camino largo. Andate a buscar fugaces luceros que se desvanecen en cuanto la noche se muere. Se muere para nosotros, vos y yo, después de quemarnos que fue lo único que solíamos hacer. Buena suerte, entonces. Ya no quiero tu fuego, el deseo, la ansiedad, los nervios, tu soledad, la desidia, la falta de ganas, todos esos etcéteras. Volvete a tu tierra de sombras y dejame alimentarme de la luz y la vida que me rodea. Tal vez encuentres alguna muñequita de barro para darle la figura que mejor te cuadre y yo pueda hallar aquello que creía perdido y que ya está esperándome antes de conocerlo. Aquello que sea capaz de estar ahí al otro día, al otro y al otro, cuya sonrisa brille y permanezca para mí. Siempre hacia adelante, a lo desconocido que está por venir, a lo que se encuentra yendo por el camino más largo.