miércoles, 17 de noviembre de 2010

Hannah y las utopías


- Es cierto, yo también alguna vez quise cambiar el mundo, pero ahora no, ya ves cómo son las cosas- le dijo un día su padre.
-……
La interrumpió antes de que pudiera retrucarle algo. No siempre el que calla otorga. Y siguió:
- Pero no me quejo, la verdad que no, con el tiempo he logrado todo lo que tengo. A vos nunca te faltó nada, ¿no?
¿Era una pregunta retórica o tal vez una autoafirmación que se decía para convencerse de que todo estaba bien? ¿Era por eso que cuando ella visitaba a sus padres, notaba ese silencio entre ellos, esa tensión de punta de cuchillos? “Juntos por los chicos”, pensó y se le ocurrió que era un buen nombre para una banda.
-Mirá hija, no te hagas más problemas. ¿Cómo está ese chico con el que salías, el artista?
- Me peleé hace tres meses, ¿no te acordás que lo dejé?
- Ah, sí, lo que pasa es que vos y tu hermano me marean con sus noviazgos, no les duran nada… Pero era artista, ¿no?
- Fotógrafo y no tenía laburo. Me tenía cansada.
- Y vos sos muy independiente y con tantas ideas, ya vas a conocer a alguien mejor. Pero no te gastes en cambiar el mundo, no hay nada que hacerle, esto fue y va a seguir siendo igual.
- Papá ya sabés que me niego a adaptarme, no voy a ganar pero lo voy a intentar.
- Está bien yo a tu edad pensaba igual.
- Mirá vos, no sabía que los ideales vienen con fecha de vencimiento…
- Con los ideales no se come.
- Pero se duerme tranquilo.
- ¿Y si no tenés dónde dormir?
- Tenés tu vida y tus principios que nadie te los puede quitar. Ni siquiera esa empresa de mierda para la que trabajo y que me chupa la sangre.
- Ay hija, me preocupás mucho a veces.
- No te preocupes que tengo qué comer y dónde dormir.
Miró la hora, se hacía tarde para continuar la conversación habitual de bueyes perdidos.
- Me tengo que ir. Mandale saludos a mamá y decile que en la semana paso a verla.
- Bueno, hija, cuidate mucho por favor, ya sabés que pensás demasiado…
- Sí, papá, no te preocupes, voy a estar bien.
Le dio un beso y se fue. Su padre se quedó un momento pensando y encendió el televisor.

martes, 9 de noviembre de 2010

Hannah y el silencio


Lunes de invierno, frío y lluvioso.
- Otro día azul- se dijo y salió tan apurada que se olvidó el paraguas.
Se acordaba todos los detalles de lo que había pasado unas horas antes. Recordó su beso y el ruido de la puerta al cerrarse después de despedirlo. Los buenos días y los te quiero ganándole al tiempo que los separaba. La noche anterior se les había pasado charlando acerca del mundo que no podían cambiar y después se habían dado cuenta que eran más felices si no hablaban.
- Y si te parece que el sol te va a encandilar, hacete a un lado y quedate conmigo viendo el último día que nos queda- le dejó escrito en su cuaderno.
Eran esos tiempos en que la vida no estaba pensada para los pares y pese a ello se animaban a nadar contra la corriente. Dolía como dolía también el no hacerlo y el ser conscientes que las palabras no alcanzan para decir todo lo que uno quiere. O que el tiempo, ese tirano eterno, es capaz de devorarte como el dios de un cuadro de Goya. Se habían prometido intentarlo y recibir los golpes del otro.
-Tengo miedo de morirme y no alcanzar a hacer todo lo que quiero- le dijo una vez.
- Puede sucederte, pero peor es morirte sin haber cambiado aquello que podés cambiar.
- Sí, pero lo único que no se puede cambiar es lo que uno no ha hecho.
- Sos optimista del vaso medio lleno vos, ¿no?
- Sí y te gano siempre.
- No siempre, a veces te doy la razón como a los locos para que te pongas contenta.
- Hmmm.
- Hmmm, ¿qué? ¿No te diste cuenta que igual te quiero?
- ¿Qué?
- Que te quiero.
- Yo también.
Y seguían así por horas, enredados como estaban en sus juegos, hasta que le dejaban ganar al silencio y a los besos.