domingo, 5 de diciembre de 2010

Hannah y la jauría



 Sí, pensaba demasiado hasta que se le quemaba la cabeza. A veces no sabía cómo hacer para que sus manos fueran tan rápido como sus ideas y detener a esa jauría salvaje que la acechaba por dentro.
- ¡Ahora vamos a ver al nuevo participante de la nooooooche!- decía con excesivo histrionismo el conductor del programa de éxito.
Cambió de canal y puso las noticias.
- ¡Ultimo momento! Balean a un chico sospechado de cometer un robo. La familia pide justicia.
- Dos más dos no siempre es cuatro- dijo en voz alta.
Otro pibe más muerto y ella no podía parar sus pensamientos.
Mil bocas la acechaban, llena de sangre y fuego como estaba.  Nueve meses de elipsis en su vida y ya no recordaba por qué. Por qué lo había querido mucho y cómo un día dejó de perderse en él. Su histeria de siempre diciendo no. Era como siempre, las mil bocas dormían en otros besos y la jauría acechándola una vez más. Había que hacerlas callar… Se miraba en el espejo y lo buscaba en sus ojos pero no lo encontraba. No había nada. Como si esos nueve meses hubiera estado en una especie de elipsis y volviera inmune de marcas y recuerdos. Miraba para todos lados, cerraba los ojos y trataba de evitarlas. Pensó que si lo dejaba entonces se irían, pero ellas seguían ahí. Cuando esperaba para cruzar una calle, en la cola del cajero, la miraban siempre fijo sin acercársele. Eran sombras que la rondaban y que cuando dormía se alimentaban de sus exhalaciones. Una noche, mientras hablaba con un amigo, aparecieron cuatro y tras un titubeo pudo seguir la conversación. Notó que un par la observaban, querían que les diera algo, algo que tal vez las haría grandes, algo que nunca podrían llegar a entender… No iba a dejarlas ganar aunque se rompiera los huesos. Muchos deambulaban por la vida, gente querida que estaba llena de luz pero que no había podido vencerlas. No iban a poder con ella. Ellas lo sabían y sólo podían auscultarla a la distancia anhelando el momento que nunca tendrían, absorbiéndole el aliento. Una sola vez se atrevió a sentir pena por una de ellas, pero estaba claro que ese ya no era su problema.

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