sábado, 2 de abril de 2011

Hannah y su presente



Había hecho todo lo que podía y finalmente se le habían agotado los recursos. El problema es que lo había intentado ya como tres veces y la resignación no aparecía. Se engañaba creyendo que algún día sería aquello que no debía ser. ¿Cuál era la interferencia entre su razón y su emoción? ¿Por qué se resistía a aceptarlo? Necesitaba algo distinto que le mostrara el por qué. ¿Es que siempre tenía tanto para dar a quien estaba harto de recibirlo? Tal vez eso de buscar la figurita difícil era un remanente de su otra vida. La verdad es que estaba cansada de las causas perdidas. Tal vez cuando dejara de luchar el tiempo le daría una tregua. Sabía que la merecía.
Estaba empezando a amanecer y caminaba rumbo a su casa. Se preguntaba cómo sería ese mismo día al año siguiente. Decidió que pondría la energía en otra cosa y que ya no se esforzaría. También quiso prometerse que por la mañana no cambiaría de opinión. Las resoluciones tomadas sin dormir se evaporan igual que promesas como dejar de fumar, empezar el lunes el gimnasio o hacer ese curso mil veces postergado. Son momentos de lucidez efímera que después no queremos ver.
Pero algo le decía que esta vez iba  a ser diferente aunque tuviera que plantarse en el desierto. Todo se desdibujaría y no tendría direcciones para saber hacia dónde dirigirse. Tendría que perderse para encontrarse como dijo alguien una vez. No era momento para mirar atrás, pero la retrospectiva de su vida le indicaba que siempre había sabido por dónde ir a pesar de todo. A pesar de tener los ojos deshechos ciertos días y de tener que ser consciente de ello (lo que resultaba aún peor). Porque a veces lo que queda no siempre es la esperanza, sino ese sentimiento tan auténtico que tiene mala prensa. Ese sentimiento que aunque no se lo quiera y se lo evite nos pertenece después de los huracanes. Como le dijo un amigo una vez, ese que tiene la culpa de la existencia de la mayoría de las cosas que te gustan.
Lo peor había pasado por eso iba a seguir su rumbo tratando de despreocuparse y confiando en que finalmente las partes se acomodarían al todo. Ya se había hermanado lo suficiente con su dolor y se habían dado la mano como viejos amigos. Ahora estaba dispuesta a empezar desde cero su marcha hacia la nada, hacia la alegría de ese instante inesperado de iluminación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario