Caza solitaria
Lejos tenía que irse para entender el principio de todo,
para darse cuenta que estaba mucho mejor de lo que pensaba. Mucho mejor sola. Fue mímesis absurda e ineficaz, vana inconsistencia.
Una vez más la música estaba fuerte y las ánimas se
despertaban. Tenía escasas certezas. No
pensaba festejar nada, pero no iba a
quedarse esperando a que las cosas cambiaran.
La última vez que lo vio, no creía haberlo dejado muerto;
entonces por las dudas le cortó la cabeza. Pretender vivir siempre había sido
su juego y ella no tenía más tiempo que perder junto a alguien que todavía no
había nacido.
Había logrado seguir adelante, lo había hecho por su
cuenta y el saldo a simple vista no parecía favorable. Pero en el fondo sabía
que había hecho lo correcto.
No le quedaba otra que sumergirse en el riesgo de
intentar ser ella misma, con sus propias condiciones. Allí donde la nada se
igualara con el todo, la dejarían o la tomarían; pero nunca sería parte del
limbo del desgano.
Lo había decidido, había encontrado la manera para
hacerlo de una buena vez. Ya no podía detenerse, no sin antes dar todo lo que
tenía.
Sus tristes polaroids perderían el brillo y algo luminoso
y radiante las reemplazaría. Lo
sabía, mejor dicho lo intuía. Lo veía
entre sueños despierta. Faltaba muy
poco, cada vez menos para que llegara su momento.
Mientras tanto observaría atenta las señales y afinaría
su olfato. Estaba casi lista para despegar del lugar que le quedaba, pronta a
salir a recorrer para emprender la caza solitaria de su alma.