lunes, 12 de diciembre de 2011

Salida de emergencia


Estaba a punto de caerse de nuevo, reducido a aceptar las razones del otro. Necesitaba alguien que lo curara y ella no parecía notarlo. Preciosa y ridícula le resultaba su vida y aunque quería no podía encontrar la forma de cambiarla.
Malquerido y dañado, otra noche más se le pasaría ante los ojos. Otra noche, en la que pediría un poco más de lo que no podía servirle. Así, como un gallito ciego se encaminaría con gusto hacia su perdición. Defendido y culpable de su propia causa, seguiría siendo igual hasta que cortara sus cadenas.
Mientras tanto alimentaría sus noches jugando al ave de presa. Triste realidad la suya que parecía tenerlo todo, desheredado para siempre por su miserable reina.
Por más que se lo dijeran no lo creería y no querría verlo. Debía poner en riesgo su existencia para poder sentir algo. Sentir algo a toda costa, a costa suyo. Acostado amargamente en las redes de quien era incapaz de saciarlo.
Como un vagabundo que transita llorando un dolor infligido por lo que no se puede tener. Llorando solo hasta el momento en el que se renuncia a una vida sin amor. El momento en que se encuentra la negada salida de emergencia. 

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