La lluvia golpea los vidrios, como aquella noche dulce que pasamos en el medio de la nada que siempre me supiste dar. Pasan los meses, llega el año y me encuentro contando los días como preso en eterno calabozo. Las lágrimas se secaron hace rato y sólo queda el sabor amargo de una conversación pendiente. Vos seguiste adelante, caíste parado y encontraste un nuevo pasatiempo. Pero la verdad es que los seres humanos no somos comodines que pueden ser prescindibles según el humor y la medida de los sentimientos. Te fuiste como viniste, sin prisa y despreocupado. Sin importarme el aviso de desalojo, yo me quedé bailando en un edificio en ruinas. Y así seguiré en esta melodía azul que no tiene fin, esperando la nota que señale el final del juego.
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