domingo, 2 de mayo de 2010

El blues que no tiene fin


La lluvia golpea los vidrios, como aquella noche dulce que pasamos en el medio de la nada que siempre me supiste dar. Pasan los meses, llega el año y me encuentro contando los días como preso en eterno calabozo. Las lágrimas se secaron hace rato y sólo queda el sabor amargo de una conversación pendiente. Vos seguiste adelante, caíste parado y encontraste un nuevo pasatiempo. Pero la verdad es que los seres humanos no somos comodines que pueden ser prescindibles según el humor y la medida de los sentimientos. Te fuiste como viniste, sin prisa y despreocupado. Sin importarme el aviso de desalojo, yo me quedé bailando en un edificio en ruinas. Y así seguiré en esta melodía azul que no tiene fin, esperando la nota que señale el final del juego.

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