jueves, 23 de septiembre de 2010

Hannah y los conectados-desconectados


Hay un lugar en la ciudad en que viven en comunidad-incomunidad un grupo de seres llamados los conectados-desconectados. Se creen una gran familia y piden por todos, pero se inventaron un idioma propio que sólo ellos pueden entender. Hannah una vez se les acercó buscando una respuesta y le dijeron:
- Si quieres realmente ver debes vendarte los ojos y unirte a nosotros en el camino de la conexión-desconexión en donde todos somos un gran todo pero conservamos nuestras propiedades privadas.
Hannah intentó comprender su idiosincrasia y pensó que se trataba de un oráculo mientras los veía bailar juntos y separados. Sus ojos parecían vacíos como lo estaban tal vez sus almas, aunque no pudieran darse cuenta.
- Creen en todo pero no creen en nada, -pensó Hannah-. Prefiero a los que predican el odio porque al menos están vivos.
La vida para ellos es sencilla, sólo se conectan cuando quieren y en cuanto duele se desconectan, pero se pierden la mitad de la historia y como no saben bien de qué se trata inventan las partes escindidas como más les gusta. Pero las partes de cada uno no son iguales aunque hayan podido estar juntos en el mismo lugar al mismo tiempo.
-¿No se acuerdan muchas veces que me vieron y que hablaron conmigo y me dicen que son mis hermanos? ¿Es esta su idea de la vida, un entumecimiento constante de las emociones en pos de la búsqueda de su salvación individual? ¿Por qué se juntan a hacer aquello que los separa? ¿Por qué carajo dicen preocuparse por mí si ni siquiera se acuerdan mi nombre?.
Decepcionada y triste Hannah se planteó todo esto y llegó a la conclusión de que nunca se había sentido más sola que al estar en compañía de ellos.

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